Sep 14 2018
Miriam
Hola a todos, quisiera contar mi historia. Me llamo Miriam y tengo 37 años. De ellos, 30 han sido con gafas de miopía y 24 con lentillas. Me he pasado la vida entre ópticas, oftalmólogos, optotipos, cristales, tápate un ojo, ahora el otro, no parpadees, mira aquí, mira allí, dime qué letra ves, dime si ves mejor así o con este cristal, dime si mejor antes o ahora… Vamos, un vaivén en el que yo siempre tenía que estar alerta por si veía mal de lejos y pendiente por responder correctamente ante ese optotipo. Porque claro, si no respondía bien, es que la miopía había subido y había que cambiar gafas y lentillas. Y así año tras año, y la miopía siempre subiendo.
Hasta que me harté. Me cansó que el optotipo y los ópticos me dijeran como veía y como tenía que ver. Así que cogí mis últimas y flamantes gafas nuevas y ante la incomodidad que me suponía llevarlas las dejé en su funda. No estaba cómoda, pero en la óptica me decían que tenía que llevarlas. Claro, que también me decían “te voy a poner 0,25 de astigmatismo que te va a ir bien”, como si me pusieran cuarto y mitad de jamón york. Aquí algo no cuadra. Decidí volver a mis gafas viejas, con las que de lejos no terminaba de ver bien, pero que de cerca me iban estupendamente. Y pasó algo inesperado: empecé a ver bien de lejos. A veces. En realidad, pocas veces. Pero ya era un logro supuestamente impensable. Decidí hacer lo mismo con las lentillas y bajar la graduación. Y aquí la sorpresa fue mayor. Poco a poco empecé a ser consciente de que mi vista se movía a lo largo del día, y si estaba cansada, veía peor que si estaba relajada. Varias veces al día veía nítidamente. Pensé que si mi vista oscilaba tanto, encorsetarla en unas gafas potentes para ver de lejos no sería beneficioso, y pensé que prefería ver siempre un poco borroso y disfrutar de esos momentos en los que veía bien. Funcionó, el aumento imparable de la miopía se detuvo y comencé a encontrarme mejor conmigo misma y con mi manera de ver. Pero claro, años de “machaque visual” no se borran fácilmente y me acerqué al Centro de Optometría Greco, para ver si realmente necesitaba otras gafas, si estaba equivocada con mi modo de ver, etc. Mi sorpresa fue ver el enfoque de la optometría. Un enfoque global, que reconoce que el cerebro ve y no el ojo; que comprende el cuerpo como un todo en el que la vista no está excluida, sino que forma parte de él y se afecta de las mismas cosas. José Luis Loma me enseñó cómo veía realmente, en diferentes planos y situaciones, y sobre todo, que mi manera de ver es MIA, y si funciona, adelante. Muchas gracias por abrirme los ojos y hacerme ver más allá, permitiendo que me conozca mejor. Gracias.
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